lunes, 1 de agosto de 2016

El degollado de la Noria (Guanajuato).

Horror leyenda: El degollado de la Noria (Guanajuato).

Hablar del “Degollado de la Noria”, es tan similar como hablar del demonio. Los habitantes de este poblado de Guanajuato le tienen tanto miedo, que muy pocos se atreven a contar la historia.

Éste no es el caso de doña María, quien tuvo un papel muy especial en lo sucedido. Se cree que el degollado es su pariente que viene del más allá con el objetivo de advertirles a todos el peligro que se corre en esas regiones,
María tenía diez años cuando su madre la envió a vivir con su tía a la Noria, pues ella ya no podía mantenerla y su parienta estaba incapacitada para valerse por sí sola; hacía tiempo que estaba muy enferma. La tía de María había concebido un solo hijo, pero tenerlo era exactamente lo mismo que no tenerlo, pues era parrandero y agresivo.

La niña sabía que su tía estaba muy enferma y le daba mucha rabia saber que su primo no era capaz ni siquiera de ayudarla, por ello aceptó gustosa la invitación; ella nunca supo el verdadero motivo de enviarla allí. María estaba consciente de que pronto su tía iba a morir y no quería que pasara los últimos días de su vida esperanzada en un joven que al parecer nunca iba a sentar cabeza.

La mujer poseía un terreno muy grande, el cual era el motivo por el que el joven no se fuera de una buena vez de su casa, pues deseaba heredar aquellas tierras. El muchacho deseaba más la muerte de su madre que su recuperación, considerando a María un estorbo para sus propósitos, por ello, en cuanto llegó la niña, inventó muchas situaciones para hacerla sufrir.

Una noche el primo llegó bastante borracho. Entre gritos, patadas y maldiciones entró a buscar a su madre, quien dormía con la pequeña. La mujer no tuvo más remedio que correr a su escandaloso hijo, advirtiéndole que no volviera a su casa si no se le bajaba la borrachera. Éste, enfurecido, le gritó su deseo de que muriera.

A la mañana siguiente, María tuvo que ir, como de costumbre, por las tortillas, allí se topo con un grupo de mujeres, quienes comentaban lo sucedido en la noche. Al parecer habían escuchado claramente que la carreta de la muerte había pasado por el lugar. La pequeña, llena de curiosidad, se acercó para enterarse de lo sucedido, pues no alcanzaba a comprender lo que aquellas personas decían.

Cuando la niña volvió a su casa, estaba llena de intriga; por ello, lo primero que hizo fue preguntarle a su tía sobre la carreta de la muerte. La mujer al escuchar esto se persignó, pues había una creencia popular que aseguraba que cuando la carreta se escuchaba rondando por las empedradas calles de la Noria, de seguro alguien no tardaba en morirse.

La niña se asustó al pensar que se podía tratar de su tía, pero como era de suponerse, pronto se le olvido todo y volvió a su vida cotidiana, en la que no podía dejar de molestarse con su primo, pues aparte de ser un borracho era un grosero engreído.

Esa tarde regresó el primo a la casa, aparentemente furioso y reclamándole a su madre por qué lo había corrido, si después lo iba a ir a buscar. Pero la tía se mostró más que sorprendida, ya que ella en ningún momento había ido a buscarlo ni mucho menos le había ido a gritar por los montes como aseguraba el joven.

El primo al parecer estaba muy indignado y no obstante no haber bebido aquella noche, tampoco llegó a dormir.
Al día siguiente, cuando María fue por el mandado, se topó con las mismas personas del día anterior, y curiosamente estaban hablando de lo mismo, sólo que ahora aseguraban que la carreta se dirigió a la casa del huerto. La niña nuevamente se asustó y corrió a preguntarle a su tía.

La anciana le respondió que de acuerdo con la creencia, todos aquellos que lleguen a escuchar la carreta de la muerte no pueden asomarse, pues de hacerlo, la muerte los podría confundir con la persona que anda buscando y que cuando se da cuenta de que no lo son, se encoleriza partiéndoles el cuello con su guadaña.

Estas palabras lograron inquietar mucho a María, quien no pudo hacer menos que pensar todo el día en ello, ya que aquel huerto donde decían haber escuchado la carreta era precisamente el huerto de la tía, donde se encontraba su primo, lo cual significaba que en efecto, la muerte estaba tras de la anciana.

Sin embargo, después de repasarlo un rato, la niña se armó de valor y fue hasta la casa del huerto a buscar a su primo, pues tal vez él también corría peligro si llegaba a asomarse cuando la carreta pasara por el lugar.
Cuando llegó, el primo estaba tendido en la cama. En cuanto éste se dio cuenta de la presencia de la niña, la corrió sin dejarla hablar.

Esa misma noche llegó el primo y sin más, tomo a la niña de los cabellos advirtiéndole que ya no quería que lo estuviera molestando y menos con sus historias absurdas. La tía trató de levantarse para defender a la pequeña pero todo fue inútil, cayó al piso. El joven creyó que la mujer había muerto y desesperado salió huyendo. Así pasaron los días sin que supieran nada de él.

Una tarde volvió muy molesto alegando lo mismo: que su madre lo había ido a buscar en varias ocasiones, todas al caer la noche, y la tía le dijo que no podía ser otra cosa mas que las respuestas a sus malas acciones, cosa que molesto nuevamente al joven, quien desesperado gritó que no iban a conseguir que él creyera en
La tía rogó que por nada del mundo le fuera a abrir la puerta; que ni siquiera se asomara a la ventana, pero él, que estaba tan molesto, le advirtió que no lo volviera a buscar.

Y fue esa misma noche cuando aquellas advertencias no le sirvieron de nada, porque en cuanto los perros comenzaron a aullar, el joven salió muy molesto, pero al no ver nada, volvió a meterse a su casa echando mil maldiciones. El viento comenzó a soplar con mayor intensidad y todo el pueblo se despertó ante el escándalo. Todos escucharon el fuerte grito que provenía de la casa del huerto.

La tía, alarmada, le pidió a María que buscara a un vecino para que fuera a ver a su primo. La niña obedeció, y acompañado por varias personas se encaminó hacia el huerto. Se cuenta que lo encontraron en el portal de la puerta con el cuello partido en dos y con una mueca de terror en los ojos.

María y su tía sabían lo que había ocurrido y no tuvieron más remedio que rogar por el alma del muchacho para que descansara y no deambulara por el huerto debido a la trágica muerte que había tenido.

Sin embargo, dicen que cada vez que alguien va a morir en la Noria no sólo se escuchan los galopes de caballo y los rechinidos de una carreta, sino que además se oye al joven gritar, pues al parecer todavía piensa que la muerte corre tras él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario